Este interior resulta de la miscelánea perfecta entre una base de estilo nórdico, con las últimas tendencias decorativas vintage y pinceladas clásicas. Un apartamento a modo de ático a dos aguas de tan sólo 46 m², con una paleta base en blanco brillante y con las vigas en madera pintadas en oscuro para dar contraste, en el que el toque de color lo ponen los muebles y piezas recuperadas como el espejo antiguo y la escalera, la mesa hecha de palets para la tv, … Todo ello se conjuga con elementos contemporáneos y reediciones como las sillas Eames del comedor y las preciosas lámparas de Tom Dixon en cobre. La luz que penetra a través de las ventanas rebota en las paredes en blanco dando mayor luminosidad al espacio, si cabe. Aunque se trata de un espacio totalmente diáfano, se ha conseguido diferenciar e integrar todos los espacios necesarios en un hogar con mucho estilo.

Una ambientación decorativa llena de personalidad donde se ha buscado sacar el mejor partido de las carcaterística propiamente dichas del espacio, que nos recuerda a los típicos lofts con todo el interior abierto y comunicado, sin caer en el minimalismo y la sobriedad fría del nórdico industrial. Se equilibra de forma eficiente la luz natural y el espacio, gracias a la continuidad del solado y las paredes. La vivienda cuenta con las piezas de mobiliario necesarias pero sin excesos con el objetivo de dar más importancia a las paredes blancas que reflejan la luz y sirve de fondo a láminas y piezas singulares.

Me encanta el juego de luces y lámparas colgantes a distintas alturas que crean pequeños ambientes en cada uno de los espacios. Elementos como plantas y flores no podían faltar en una decoración de este tipo. El dormitorio es sencillo y de colores neutros en contraste con el espejo apoyado en la pared y la cómoda vintage que son los auténticos protagonistas.

¿No os parece un interior que ha conseguido esa sensación de continuidad y amplitud que hace que parezca mucho más grande de lo que es en realidad?